Los Santos Angeles

                                                             

Entonces se libro una batalla en el cielo. Miguel y sus Ángeles combatieron contra el Dragón, y este contraataco con sus ángeles, pero fueron vencidos y expulsados del cielo.  y así fue precipitado el enorme Dragón, la antigua Serpiente, llamada Diablo o Satanás, y el seductor del mundo entero fue arrojado sobre la tierra con todos sus Ángeles. Apocalipsis 12:7-9 

 

Los Ángeles

Desde la antigüedad, los ángeles siempre han tenido un papel relevante en la adoración y en la vida de los adoradores, a tal grado que casi ningún libro del Antiguo Testamento carece de alguna mención de ellos.

Pero siempre ha existido el peligro de que la gente malentienda la transparente naturaleza de los ángeles la cual se supondría que indica al Señor Dios, y no a sí misma. Entonces si los hombres se detienen y cautivan en ella, sin atender al verdadero Dios viviente, caen en la herejía; en esto cayeron los hebreos en tiempos del sacerdote Jilquías (2 Reyes 23) cuando los sacerdotes idolatras, impuestos por los reyes de Juda, ofrecían incienso a “Baal, al sol, a la luna, a los astros y a todo el ejército de los cielos”. El mismo san Pablo advierte de tal culto: “Que nadie os prive del premio, a causa del gusto por ruines prácticas, del culto de los ángeles” (Col. 2, 18). El canon 35 del concilio de Laodicea (364 d.C.) condenó una práctica de adoración a los ángeles que se había difundido, y declaró que: “No es lícito a los cristianos que dejen la Iglesia de Dios para ir a adorar a los ángeles formando asambleas propias; esto está prohibido. Quien practica la adoración a los ángeles está separado, porque deja a nuestro Señor Jesucristo y sigue la idolatría.” San Epifanio, obispo de Chipre, habla de que hubo una antigua secta, llamada “los Angelistas”, que enseñaba que no se debe orar a Cristo ni hacer ofrendas nosotros mismos a Dios por Él, porque esto supera el merecimiento de la humanidad, sino que debemos orar a los ángeles.

Todo esto implica sondear la verdad respeto a los ángeles: ¿quiénes son?, ¿de qué naturaleza? ¿Cuál es su papel?..., con una sola pregunta, ¿Qué es lo que la Iglesia enseña respecto a ellos?

La naturaleza de los Ángeles

Los ángeles son criaturas definidas como “luces secundarias”, dado que Dios, el Creador, es la primera e increada Luz; son luces secundarias porque, por la Gracia del Espíritu Santo, reciben los rayos de la Luz Primaria participando de su inmortalidad. Dios los creó antes del mundo visible que conocemos, y los consumó con la santidad. El origen de la palabra ángel es griego y significa “mensajero”. Los ángeles tienen una naturaleza liberada del peso de la carne y gozan de un permanente e incesable movimiento; aunque esta naturaleza se encuentra libre de las pasiones carnales, no es impasible como Dios, porque es creación. Por eso, aunque los ángeles no tienden hacia la maldad sino con dificultad, no se encuentran en plena seguridad lejos de ella: tienen que usar bien la libertad que Dios les otorga para conservarse en la bondad ellos mismos y para crecer en la contemplación de los divinos misterios, y así, no inclinarse hacia la maldad al alejarse de Dios, dado que donde no hay cuerpo, no hay arrepentimiento que se espere.

 Si bien decimos que los ángeles no tienen cuerpos, no son inmateriales, pues Dios es el único que lo es. Los ángeles son limitados en el tiempo y el espacio: no pueden estar, al mismo tiempo, en más de un lugar. Pero su ligera naturaleza les permite traspasar lo que es obstáculo para nosotros (puertas, paredes... etc.), cuando el Señor les confía cierta tarea con los hombres. Por eso, el ángel toma forma corporal que nos posibilita verlo. También su ligereza les facilita moverse de un lugar a otro, a lo que nosotros consideramos una velocidad sobrenatural. Y cuando profetizan, lo hacen por la Gracia y orden de Dios, y no por su propia potestad.

Vigilantes del mundo

Dios hizo a los ángeles guardianes de la tierra que vigilan la realización de la providencia de Dios para con los hombres, sean individuos o comunidades. Cada uno de nosotros tiene invisiblemente su ángel de la guarda cuya vista está siempre fijada en el custodiado, pero a la vez, está en la Presencia de Dios. De este ángel hablaba Jesús cuando dijo a sus discípulos: “Guárdense de menospreciar a uno de estos pequeños, porque Yo les digo, que sus ángeles en los cielos ven siempre el Rostro de mi Padre que está en los cielos.” (Mt. 18, 10-11) El ángel de la guarda nos inspira la bondad por medio de la conciencia, así que nos ayuda a rehuir las trampas del diablo y, cuando pecamos, nos enciende el fuego de la salvífica penitencia.

Las órdenes angelicales

Dios es el único que conoce la naturaleza angelical y sus límites. El libro del profeta Daniel dice: “Miles de millares le servían; miríadas de miríadas estaban delante de Él.” (Dan. 7, 10). Aunque son innumerables para nosotros, la Tradición, sin embargo, los agrupa en nueve coros divididos en tres triángulos: el primero contiene aquellos que están eternamente en la Presencia de Dios, unidos a Él inmediatamente, antes de los demás; son los Serafines, Querubines, y Tronos. Serafín, en hebreo, significa enardecido; los Serafines están en un movimiento sin fin alrededor de la divina Verdad, lo que posibilita ascender a los que están debajo de ellos en el orden hacia Dios encendiendo el fuego luminoso y purificador de la virtud. Querubín indica la consumación del conocimiento de Dios; por eso, los Querubines son presentados con muchos ojos de todos lados, con lo que se indica su dignidad para contemplar la divina Luz. Sobre los Tronos, Dios descansa en paz.

El segundo triángulo contiene Dominaciones, Principados y Potestades.

El tercer triángulo que concluye las órdenes angelicales, contiene Jerarcas, Arcángeles y Ángeles, por quienes los preceptos de Dios nos son comunicados. Como este triángulo es el más cercano a nosotros, sus ángeles se presentan con nosotros con forma corporal cuando desea el Señor.

Después de los nueve coros angelicales vino Adán en el décimo orden, y en él se concluyó la creación. Adán cayó bajo la esclavitud de la muerte, pero el Verbo quiso arrebatarlo del abismo: encarnó, fue crucificado, resucitó de entre los muertos y subió a los cielos. Por el Verbo encarnado, nuestra naturaleza humana pasó no nada más a donde estaba antes, sino que traspasó aun a todas las órdenes angelicales, para que descanse, en la persona del Hijo Dios, a la diestra de Dios Padre.

Su quehacer

La labor de todos los ángeles es cantar siempre el himno Trisagio (tres veces Santo) expresando su permanente y creciente asombro ante el divino Poder. Tenemos en el libro de Isaías este icono: “Vi al Señor sentado en un trono excelso y elevado, y sus haldas llenaban el templo. Unos Serafines se mantenían erguidos por encima de Él; cada uno tenía seis alas: con un par se cubrían la faz, con otro par se cubrían los pies, y con el otro par aleteaban. Y se gritaban el uno al otro: “¡Santo santo, santo es el Señor de los ejércitos! Toda la tierra está llena de su gloria”. (Isa. 6, 1-3)

Lucifer y sus acompañantes

La cercanía de la divina Luz y la estancia en ella no fue para todos los ángeles una garantía contra la caída, más bien, para algunos fue motivo de ella. Eso es lo que le pasó a Lucifer cuando se enorgulleció al contemplar la eminencia de su dignidad, y enseguida cayó de las alturas hacia lo más profundo de la tierra. El libro de Isaías describe esta caída: “¡Cómo has caído del cielo, Lucero, hijo de la aurora! ¡Cómo has sido precipitado por tierra, tú que subyugabas a las naciones,  tú que decías en tu corazón: «Subiré a los cielos; por encima de las estrellas de Dios erigiré mi trono. me sentaré en la montaña de la asamblea divina. en los extremos del norte; escalaré las cimas de las nubes, seré semejante al Altísimo!.  ¡Pero te han hecho bajar al Abismo, a las profundidades de la Fosa!  (Isa. 14, 12-15).

Lucifer no era malo en su naturaleza sino en su soberbia; él se rebeló contra Dios haciéndose el primero en rechazar la bondad y escoger la maldad. Entonces apenas Lucifer pronunció el pensamiento orgulloso de su corazón, cayó de su dignidad con todos los que lo acompañaban en ello. En la tradición, el arcángel Miguel, al ver lo sucedido y la magnitud de la caída, advirtió a los demás ángeles clamando: “! Estemos levantados bien, estemos con temor y atentos!” (exclamación que dice el diácono antes de la anáfora). Esta exclamación implica que: “Estemos atentos y vigilantes: que hemos sido privilegiados en estar en la Presencia de Dios; entendamos que somos siervos; procuremos conocernos a nosotros mismos y contemplar a qué hondura han caído los que quisieron ser iguales a Dios.” Éste acontecimiento es lo que la Iglesia celebra el día 8 de noviembre.

Los Arcángeles

En las santas Escrituras y Tradición se han mencionado nombres de tres arcángeles: Miguel, Gabriel, Rafael.

Miguel

Su nombre significa “¿Quién es igual a Dios?” La Iglesia, desde tiempos antiguos, lo ilustra con una lanza en su mano derecha atacando a Lucifer, el diablo, y en su mano izquierda un ramo de palma. Al arcángel Miguel Dios lo manda a los hombres para que anuncie su Justicia.
Se manifestó a Abraham (Génesis 12); Dios lo mandó a Lot, para sacarlo de Sodoma (Génesis 19). Cuando Abraham iba a sacrificar a su hijo Isaac, Miguel intervino en el último momento para detenerlo (Génesis 22); se manifestó a Jacob para salvarlo de su hermano Esaú (Génesis 27); él marchó enfrente del pueblo de Israel para sacarlo de Egipto (Éxodo 13); fue enviado a Josué, hijo de Nun, a Gedeón, a Elías (varias veces); se presentó con los tres jóvenes en el horno de Babilonia y con ellos cantaba y exaltaba a Dios (Daniel 3); y también cerró las fauces de los leones y no hicieron daño alguno a Daniel (Daniel 6).

En el Nuevo Testamento, Miguel liberó a los apóstoles de la prisión (Hech.5, 19); se reveló a Cornelio (Hechos 10); liberó a Pedro de la cárcel y golpeó a Herodes con gusanos porque no dio gloria a Dios, y consoló a Pablo. Él es quien interpretó a san Juan los misterios de Dios respecto al fin del mundo en el Apocalipsis, entre muchas otras manifestaciones.

La tradición también nos ha conservado varias intervenciones y milagros hechos por el arcángel Miguel.

Gabriel

Los arcángeles Miguel y Gabriel siempre son mencionados juntos. Gabriel significa “la fuerza de Dios”. Si Miguel anuncia la justicia de Dios, Gabriel anuncia su misericordia. La una se perfecciona en la otra, como dice el salmo: “Amor y Verdad se han dado cita, Justicia y Paz se abrazan.” (Sal. 84, 11).

Dios envía a su arcángel Gabriel para anunciar los milagros de su amor y los mensajes de la Salvación. Él fue enviado a predecir a Daniel la venida del Mesías (Daniel 9). En el Antiguo y Nuevo Testamento, Gabriel anuncia el alumbramiento de mujeres estériles: lo anuncia a los padres de Sansón (Jueces 3), a Zacarías e Isabel (Lucas 1), y a Joaquín y  Ana, los padres de la Virgen María (según la Tradición). Él también anunció a la Virgen el nacimiento del Salvador; guió a los pastores a la cueva de Belén; advirtió a José respecto a las intenciones de Herodes y lo mandó ir a Egipto. El día de la Resurrección, levantó la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella, luego dijo a las Mirróforas: “No teman. Yo sé que buscan a Jesús, el crucificado: no está aquí, ha resucitado...” (Mateo 28).

La iconografía lo ilustra llevando en su mano derecha un farol, y en la izquierda, un espejo de piedra preciosa verde, que simboliza la sabiduría de Dios, un misterio oculto.

Rafael

Su nombre significa “la curación de Dios”. Lo menciona el libro de Tobías: “[...] Fue oído en aquel instante, en la gloria de Dios, la plegaria de ambos, y fue enviado Rafael a curar a los dos: a Tobit, para que se le quitaran las manchas blancas de los ojos y pudiera con sus mismos ojos ver la luz de Dios; y a Sara la de Jagüel, para entregarla por mujer a Tobías, hijo de Tobit, y librarla de Asmodeo, el demonio malvado...” (3, 16-17). Y después de la boda, se les manifestó y dijo: “Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están siempre presentes y tienen entrada a la gloria del Señor  No teman. La paz sea con ustedes. Bendigan a Dios por siempre. Si he estado con ustedes, no ha sido por pura benevolencia mía hacia ustedes, sino por voluntad de Dios. Miren, yo subo al que me ha enviado. Pongan por escrito todo cuanto les ha sucedido.” (12, 15-20). La iconografía presenta a Rafael guiando con su mano derecha a Tobías que agarra el pez que sacó del río Tigres, y en su mano izquierda lleva un vaso medicinal.

Por la intercesión de tus santos Ángeles, Señor Jesucristo, Dios nuestro, ten piedad de nosotros y sálvanos. Amén.