Hijo mío, ¿quieres rezar por mí?

Debemos Orar por las Monjas Fallecidas?

Hijo mío, ¿quieres rezar por mí?

Nadie reza por mí

porque he muerto en gran paz,

con fama de santidad,

y mis queridas hermanas

seguramente me creen en el Paraíso,

y no ruegan por mí.

Estoy en la Antesala del Paraíso,

languideciendo de amor;

cerca de mi Divino Esposo;

este amor es el motor de mi júbilo

y la causa de la pena que me tortura.

El dolor es nuestra alegría en el Purgatorio,

pues es tormento de amor, enfermedad de amor.

Comienzas a conocer el Purgatorio,

y no has experimentado

ni sus alegrías ni sus penas.

Di a tus hermanos que vuestras grandes alegrías

en la tierra

no son más que viento y humo,

al lado de las sublimes alegrías del Purgatorio.

La mayor felicidad para un alma es estar en el Cielo.

¡Es la Bienaventuranza Eterna!

Pero inmediatamente después,

no hay alegría más grande

que saborear las alegrías del Purgatorio.

Y aprende esto: cuanto más va hacia la plenitud

nuestra unión,

más disminuyen nuestras penas,

que se concentran hasta desaparecer.

No queda más que esta enfermedad de amor

que conocemos aquí,

en la Antesala del Paraíso.

¡Sí, habla de las penas del Purgatorio,

pero habla también de sus inefables alegrías!

 

Hijo mío, ¿quieres rezar por mí?

 

Purgatorio

La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820; 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura, (por ejemplo, 1 Co 3,15; 1Pe 1,7) habla de un fuego purificador: Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquel que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12,31). En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el siglo futuro.

 

 Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: "Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado" (2 Ma 12, 46). Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el Sacrificio Eucarístico (cf DS 856) para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos: Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su padre, (cf. Jb 1,5)  ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos (San Juan Crisóstomo, hom. in 1 Cor 41,5).

 

Ofrecer el sacrificio por el descanso de los difuntos es una costumbre observada en el mundo entero. Por eso creemos que se trata de una costumbre enseñada por los mismos Apóstoles. En efecto, la Iglesia católica la observa en todas partes; y si ella no creyera que se les perdonen los pecados a los fieles difuntos, no haría limosnas por sus almas, ni ofrecería por ellas el sacrificio a Dios.

San Isidoro de Sevilla

 

Debemos ayudar a los que se hallan en el purgatorio. Demasiado insensible seria quien no auxiliara a un ser querido encarcelado en la tierra; mas insensible es el que no auxilia a un amigo que esta en el purgatorio, pues no hay comparación entre las penas de este mundo y las de allí.

Santo Tomás

 

 ORACIÓN A SAN NICOLÁS DE TOLENTINO

 

¡O glorioso Taumaturgo y Protector de las almas del purgatorio, San Nicolás de Tolentino! Con todo el afecto de mi alma te ruego que interpongas tu poderosa intercesión en favor de esas almas benditas, consiguiendo de la divina clemencia la condonación de todos sus delitos y sus penas, para que saliendo de aquella tenebrosa cárcel de dolores, vayan a gozar en el cielo de la visión beatífica de Dios. Y a mi, tu devoto siervo, alcánzame, ¡oh gran santo!, la más viva compasión y la más ardiente caridad hacia aquellas almas queridas. Amén

 

ORACIÓN DE SAN AGUSTÍN

POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO

Dulcísimo Jesús mío, que para redimir al mundo quisisteis nacer, ser circuncidado, desechado de los judíos, entregado con el beso de Judas, atado con cordeles, llevado al suplicio, como inocente cordero; presentado ante Anás, Caifás, Pilato y Herodes; escupido y acusado con falsos testigos; abofeteado, cargado de oprobios, desgarrado con azotes, coronado de espinas, golpeado con la caña, cubierto el rostro con una púrpura por burla; desnudado afrentosamente, clavado en la cruz y levantado en ella, puesto entre ladrones, como uno de ellos, dándoos a beber hiel y vinagres y herido el costado con la lanza. Librad, Señor, por tantos y tan acerbísimos dolores como habéis padecido por nosotros, a las almas del Purgatorio de las penas en que están; llevadlas a descansar a vuestra santísima Gloria, y salvadnos, por los méritos de vuestra sagrada Pasión y por vuestra muerte de cruz, de las penas del infierno para que seamos dignos de entrar en la posesión de aquel Reino, adonde llevasteis al buen ladrón, que fue crucificado con Vos, que vivís y reináis con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

 

ORACIÓN PARA LAS ALMAS DEL PURGATORIO

Dios omnipotente, Padre de bondad y de misericordia, apiadaos de las benditas almas del Purgatorio y ayudad a mis queridos padres y antepasados.

 

A cada invocación se contesta: ¡Jesús mío, misericordia!

 

Ayudad a mis hermanos y parientes.

Ayudad a todos mis bienhechores espirituales y temporales.

Ayudad a los que han sido mis amigos y súbditos.

Ayudad a cuantos debo amor y oración.

Ayudad a cuantos he perjudicado y dañado.

Ayudad a los que han faltado contra mí.

Ayudad a aquellos a quienes profesáis predilección.

Ayudad a los que están más próximos a la unión con Vos.

Ayudad a los que os desean más ardientemente.

Ayudad a los que sufren más.

Ayudad a los que están más lejos de su liberación.

Ayudad a los que menos auxilio reciben.

Ayudad a los que más méritos tienen por la Iglesia.

Ayudad a los que fueron ricos aquí, y allí son los más pobres.

Ayudad a los poderosos, que ahora son como viles siervos.

Ayudad a los ciegos que ahora reconocen su ceguera.

Ayudad a los vanidosos que malgastaron su tiempo.

Ayudad a los pobres que no buscaron las riquezas divinas.

Ayudad a los tibios que muy poca oración han hecho.

Ayudad a los perezosos que han descuidado tantas obras buenas.

Ayudad a los de poca fe que descuidaron los santos Sacramentos.

Ayudad a los reincidentes que sólo por un milagro de la gracia se han salvado.

Ayudad a los padres que no vigilaron bien a sus hijos.

Ayudad a los superiores poco atentos a la salvación de sus súbditos.

Ayudad a los pobres hombres, que casi sólo se preocuparon del dinero y del placer.

Ayudad a los de espíritu mundano que no aprovecharon sus riquezas o talentos para el cielo.

Ayudad a los necios, que vieron morir a tantos no acordándose de su propia muerte.

Ayudad a los que no dispusieron a tiempo de su casa, estando completamente desprevenidos para el viaje más importante.

Ayudad a los que juzgaréis tanto más severamente, cuánto más les fue confiado.

Ayudad a los pontífices, reyes y príncipes.

Ayudad a los obispos y sus consejeros. Ayudad a mis maestros y pastores de almas.

Ayudad a los finados Sacerdotes de esta diócesis.

Ayudad a los Sacerdotes y Religiosos de la Iglesia Católica.

Ayudad a los defensores de la Santa Fe.

Ayudad a los caídos en los campos de batalla.

Ayudad a los sepultados en los mares.

Ayudad a los muertos repentinamente.

Ayudad a los fallecidos sin recibir los Santos Sacramentos.

 

V. Dadles, Señor, a todas las almas el descanso eterno.

R. Y haced lucir sobre ellas vuestra eterna luz.

V. Que en paz descansen.

R. Amén.